Natalia Trujillo

miércoles, 21 de diciembre de 2016

CAPITULO 61




A pesar de que todos sonreían y estaban presentes para desearle buenos deseos, se podía sentir la rigidez del aire. 


La vena en la sien de Pablo vibraba cada dos segundos y su mandíbula estaba más recta de lo usual. Patricio y Paloma tenían miradas austeras, pero entre segundos dejaban
entrever expresiones de ira y compasión respectivamente. 


Su padre y sus cuñados se mantenían reservados. Penelope era la única que se había dejado embargar por el sentimiento y estaba hecha un mar de lágrimas.


Toda su familia había decido acompañarla al aeropuerto y despedirse de ella hasta el último segundo.


Las vacaciones habían acabado, y Paula regresaba a su trabajo. Elias se había marchado al día siguiente de su llegada, y a pesar de que Paula hubiera querido que se quedara más tiempo, entendió las razones de Elias para marcharse. Aprovechando que él había viajado ligero, le había llenado toda una maleta con las compras que había hecho para sus colegas y amigos. En el poco tiempo que pasaron juntos, sobre todo en el aeropuerto, Pau se sintió examinada por Elias, pero en ningún momento dejó entrever lo rota que se sentía por dentro, a pesar de que ambos lo sabían.


Fue una escena digna de un maldito Oscar.


Sin Elias, Paula se había encontrado con una familia más compresiva. Era obvio que su madre les había dado la noticia a sus hermanos, ya que ninguno comentó sobre el asunto. Sin embargo, para los pequeños no fue tan fácil aceptar la ausencia de Pedro. Sobre todo Cata, quien le
preguntaba a su madre cuando regresaría el tío Pedro. Pau dejó de preguntarse hasta la noche de Año Nuevo, cuando comprendió que Pedro no iba a regresar. Al menos, no mientras ella estuviera Aun en California. Y así los días fueron pasando, hasta que las vacaciones tocaron a su fin.


Cuando anunciaron el vuelo de Paula, para entrar a la sala de espera de los viajeros, formaron un medio círculo a su alrededor. Su madre fue la primera en abrazarla.


― Cuídate cariño.


― Lo haré mamá, tranquila. Prometo regresar más seguido. 


Se acabaron los largos silencios


― Penelope soltó un sollozo y Daphne la volvió a abrazar —. Oh mamá, vamos, regresaré tan pronto que ni te darás cuenta de que me he ido.


Pascual le dio un pañuelo a su esposa que tomó avivadamente. Suspiró y habló con voz más calmada.


― Cuídate mucho Pau, y come bien, no dejes que ese horario de trabajo te haga enfermar.


Asintió y pasó a su padre. Ambos se miraron. No hacían falta las palabras. Él sabía lo fuerte que estaba siendo su hija para aguantar las ganas de llorar, no sólo por la despedida sino también por la pérdida de Pedro. Tomó a Paula de los hombros y la abrazó con fuerza.


― Nada sucede por casualidad, Pau ― cerró los ojos y siguió susurrando a sus oídos ―, en el fondo, las cosas tiene un plan secreto, aunque nosotros no lo entendamos.


― ¿Más de Grey’s Anatomy, papá? ― Paula tuvo que parpadear un par de veces mientras hablaba, aspirando por la boca para que las lágrimas no salieran. Odiaba llorar en público y todos lo sabían.


― A veces tiene frases muy sabias.


Ella asintió. Le dio un gran abrazo y un beso en la mejilla, sintiendo como su bigote le hacía cosquillas en su rostro.


Luego siguieron Paloma, Guillermo, Cata y el pequeño Guille. La familia Lancey le deseó buenos deseos y Cata le dio un hermoso dibujo en acuarela de las constelaciones de Perseo y Andrómeda. Paula le dio un enorme abrazo a su sobrina quien se estaba rascando la cabeza por los pasadores de cabello que traía y odiaba, así como unas hermosas mallas de color purpura.


― Por Dios Paloma, dale un respiro a Cata, sabes que no le gusta esa ropa ― murmuro al oído de su hermana, cuando esta la estaba abrazando.


― Lo sé, por eso la visto así.


― Eres peor que mamá.


Luego ambas se rieron al ver a Cata pidiéndole a su padre que le rascase la espalda, ya que no le llegaba. Los siguientes fueron Pablo y su familia. Pablo le dio un abrazo de oso, y Paula sabía el porqué de ese abrazo, no sólo de una triste despedida, sino de un hermano preocupado por su
hermana. Pau trató de bromear para animarlos un poco.


― Para cuando regrese creo que te veré calvo.


― Que chistosa.


Pau le sonrió y le dio un beso en la mejilla.


― Cuídate Pablito.


Le sorprendió ver que su hermano la abrazaba con fuerza. Luego, se dejó ir por el gesto fraternal.


― Lamento que todo no haya salido como debió.


― Está bien, Pablo ― lo jaló de las mangas de su camisa hasta quedar a la misma altura ―. Prométeme que no le romperás un hueso.


― Es demasiado para mí. Te prometo que seguirá vivo. Eso debe valer.


Interiormente, Paula sabía que Pablo jamás le haría daño a Pedro, o al menos, eso esperaba, pero por si las moscas...


― Sí, creo que sí.


Luego siguió Ale, quien llevaba a Ariana cargada como koala, incrustada en su costado derecho.


― Ojalá algún día podamos ir de visita, así me podrás llevar de compras por el lugar.


― Claro, lo espero con ansias ― murmuro sarcásticamente Pau provocando la risa de todos los presentes, y la de su madre más.


Se despidió de Ale y luego de Charlie, quedándose más tiempo con el segundo.


― Y tú, pequeño Casanova, creo que deberías de buscar tu propia chica. Cris ya está ocupada cariño ― dijo acariciándole la barbilla mientras ambos miraban a la aludida, que estaba parada al lado de ellos, junto a Patricio.


Le sorprendió ver que Charlie entendía a la perfección sus palabras, y la dejo aún más sorprendida cuando se acercó y le dijo al oído:
― Tiene una sobrina de mi edad.


Paula se echó a reír, agitando su cabeza de un lado a otro, y a pesar de las miradas de todos, se abstuvo de delatar a su sobrino. Cris le dio un abrazo corto, pero sincero y Paula
presintió que aquella no sería la última vez que vería a la muchacha. Y en verdad, se alegraba por su hermano. Cris era maravillosa. Y así se lo hizo saber.


― Bueno Benja, estoy segura de que para tu boda, regresaré. No me la perdería por nada en el mundo.


Las mejillas de Cris se tiñeron de un rosado tenue, lo que provoco en Patricio una reacción en cadena y la beso frente a toda su familia. Las mejillas rosadas pasaron a ser rojas como la grana, pero Patricio actuó como si nada.


― Hazme la buena, Pau, porque esta mujer no se decide.


Volvieron a anunciar el vuelo de Pau y a pesar de no querer marcharse, obligo a sus pies a avanzar uno frente al otro. 


Paso la puerta de seguridad sonriendo como una tonta, y saludando entre la muchedumbre. Se adentró más en la sala y con cada paso que daba su cuerpo gritaba que se detuviera. Luego lo sintió.


Alzo la mirada, y batallando con su bolso de mano y el portafolio de su computadora portátil, busco con la mirada por todo el lugar. No era psíquica, pero podía jurar que sentía la presencia de Pedro.


“Estas alucinando, Pau. Agarra tus cosas y métete dentro del bendito avión”, murmuro su conciencia. Pero no le hizo caso, al contrario, se fue alejando de la sala de abordar hasta que su mirada se topó con su familia. Todos la observaron con cierta preocupación y ella les sonrió, aunque su nerviosismo era palpable.


Fueron sus hermanos, Pablo, Paloma y Patricio quienes entendieron su reacción. Los tres escanearon el aeropuerto, entre rostros desconocidos buscando uno en específico. Los segundos parecieron durar una eternidad, y entonces Pau vio como finalmente sus hermanos se miraban con cierto pesar entre ellos. Pau trato de aguantar el temblor de sus labios. Bajo la cabeza buscando fuerza para esconder su dolor. Cuando volvió a alzar el rostro, les dio una corta sonrisa a toda su familia, los saludo una última vez y se despidió de ellos.


Siguió caminando sin mirar atrás.



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