Natalia Trujillo

viernes, 23 de diciembre de 2016

CAPITULO 68





― La comida es genial.


Pedro sonrió a la pareja que estaba atendiendo esa noche. 


Estaban celebrando su vigésimo aniversario de bodas y habían decidido celebrarlo yendo a cenar. Eran unos extraños, sí, pero no podía evitar estar celoso de ellos. 


Veinte años juntos. Los veinte años que no podría estar junto a su esposa. Alzó la mirada cuando oyó la campanilla sonar anunciando la llegada de un nuevo comensal, y sonrió al ver entrar a Patricio.


― Discúlpeme un segundo ― pidió Pedro a la pareja y se encaminó hacia Patricio, esquivando mesas ocupadas. Extendió los brazos y preguntó ― Benja, ¿qué te trae por aquí?


Estaba a dos pasos de él cuando oyó que Patricio decía:
— Pedro, perdóname.


— ¿Perdonarte que…?


La pregunta quedó en el aire. No lo vio venir. Patricio le asestó un golpe que lo mandó directo al piso. Sintió la sangre escurrir por su nariz mientras trataba de que su cerebro procesara lo sucedido. Vio a la gente conglomerarse a su alrededor. Oyó al fondo el gemido de Jesy y la risa de Eric.


— Por eso ― señaló Patricio ―. Pero entiéndelo. Ella es mi hermana, y así tenga cincuenta años, será mi hermana y velaré por ella.


— Por dios Benja, me has roto la nariz― gimió Pedro tocándose el lugar en cuestión.


— Deberías de ir al doctor.


— Créeme, lo haré ― dijo mientras se ponía de pie con el poco de dignidad que le quedaba.


— Y antes, pasa por un psiquiatra, porque solo un verdadero loco de remante dejaría ir a una mujer como Pau.


Y como sus hermanos, se fue sin esperar respuesta.




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