Natalia Trujillo

viernes, 23 de diciembre de 2016

CAPITULO 67






Pau alzó la mirada y suspiró con cierto alivio. Dejó que las lágrimas corrieran lentamente sobre el canalillo de sus ojos. 


No trató de limpiarlas u ocultarlas como lo había estado haciendo los días pasados. Dejó que fluyeran libremente, porque esta vez Paula sentía que era diferente. No lloraba de dolor, eran más bien lágrimas de alivio.


Llevaba varias horas escribiendo. Había visto evolucionar los colores que pintaban el cielo, de tonos rosados y violetas, luego a tonos nacarados intensos, y finalmente, los oscuros matices de la noche. Pero aquello no le había detenido en su labor de escritura. Deseaba escribir tantas cosas, acaba siempre divagando, cambiando de tema, yendo de un lado a otro. Era como hablar con una persona, era hablar con ella misma. Era reflexionar consigo misma.


Elias había tenido razón. Necesitaba escribir la historia de nuevo. No podía cambiar lo sucedido, pero sí podía relatar los hechos con la mente fresca. Con todos los años que habían transcurrido, podía relatar con más madurez los sucesos ocurridos. Cerró los ojos, dejando nuevamente que las lágrimas se escabulleran de sus ojos, pero no llegaron a rodar por su rostro, pues el viento se las llevó.





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