Natalia Trujillo

domingo, 4 de diciembre de 2016

CAPITULO 5







Pedro observó a Paula perderse en la protección de su hogar. La última vez que se habían visto, había sido precisamente para la temporada navideña, cuando él había visitado a sus padres, luego que la gran ciudad le hartase y que todos sus compañeros de los Metz tuvieran planes que no le incluían a él ni a su pequeña India.


Regresar a casa no había sido precisamente algo glorioso, aunque su madre lo adoraba y consentía y su padre, un atareado contador público, lo mantenía ocupado con cosas como arreglar la cañería, un fusible, el ventilador, etc. Lo que sí había sido una sorpresa había sido ver a los P’s juntos, con los cuales pasaba mucho tiempo siempre que visitaba San Francisco y enterarse de las novedades de la familia.


Su mejor amigo, Pablo, y compañero de casi todo había resultado ser padre de una hermosa niña de pelo amarillo de la que ahora sabía, se llamaba Alejandra, como su madre.


Su ex-novia del instituto, Paloma, también le había dado la sorpresa de la maternidad presentándole a su primogénita, la ahora pequeña revoltosa Cata, a la cual le tenía un enorme cariño porque de alguna manera le recordaba a alguien de pequeña. Y ese alguien había estado también presente esas fechas.


Paula “Pauly” Chaves había resultado ser la tercera sorpresa, y quizás, la que había logrado dejarlo anonado. 


Había regresado de su estancia post doctoral en algún perdido de Sudamérica (luego se enteraría que era Puerto Rico) convertida en toda una mujer. La había visto pasar de la niñez a la pubertad, de la pubertad a la adolescencia y de la adolescencia a la juventud, pero después de su traslado a Nueva York con los Mets y la beca de estudio de Paula, había perdido su transición de niña a mujer, por lo que en esa temporada se había topado había con toda una mujer. En toda la extensión de la palabra. Antes de aquella noche, no había visto a Paula en cinco años, los que se había tomado para hacer su doctorado en astro-algo que no entendía y su post doctorado o lo que fuera que significase eso. En un abrir y cerrar de ojos, Paula había crecido en
una maravillosa, voluptuosa y hermosa mujer. Aunque por dentro había seguido siendo la dulce, tímida y calurosa chica que conocía desde que tenía memoria.


Paula había regresado con un aire de exotismo rodeándola. 


Quizás había sido el aire latino que la rodeaba o, quizás había sido que él había abierto los ojos por primera vez. 


Contrario a Paloma, que había sabido utilizar y explotar su sensualidad, Paula siempre había preferido estar en su
espacio, admirando el cielo, y todo a su alrededor, oculta en las sombras con sus números y fórmulas.


Aquella noche había aceptado la invitación de Penelope de quedarse a comer sólo para poder contemplarla un poco más. No se había perdido las risas que había compartido con todos sus familiares, o los regalos que había repartido a cada uno de los presentes, incluso le había traído un regalo a él (una pelota de semillas que hacía mucho ruido, según para el estrés, la cual estaba guardada en su cajón al lado de su oficina en el restaurante) y a sus padres. Aquella era la Paula que se acordaba de todo el mundo, aun cuando todos se olvidaban de alguna manera de ella.


Dejó salir un suspiro y se dio la vuelta para dirigirse a su propia casa. El lugar estaba oscuro y al subir los escalones del porche, notó que la madera chillaba demasiado para sus oídos, así que hizo una nota mental de levantarse a arreglar el porche. Entró por la puerta trasera y admiró la casa de los P’s unos segundos.


¿Tendría la oportunidad de reivindicarse con Paula?


Por las miradas que le había dado esa noche, y la forma en que había platicado y despedido, ella parecía haberse olvidado de todo; mientras que él, recordaba constantemente la oportunidad que había perdido.


Cerró la puerta detrás del miriñaque y caminó hacia el contestador, y vio que tenía dos mensajes. Oyó el primero pero lo eliminó sin escuchar más. Sólo había oído algo de “Somos de la revista…” y había apretado el botón de borrar. 


El segundo en cambio, lo escuchó con atención.


― Pedro, estamos en un lugar muy hermoso que se llama… espera, tu padre me lo está deletreando… Cozuuumell…


Pedro se dejó salir una risilla y un soplido por la pésima pronunciación de su madre. Se acomodó, cruzando los brazos para oír el entusiasmo de su progenitora


― Dios, es tan hermoso, Pepe. La arena es tan blanca, y el agua parece de diferentes tonos de azul.
Tu padre incluso hizo snorkel y me trajo una estrella de mar. Y Dios, tienen incluso barcos piratas de verdad.
Tenía mucho miedo de subir, pero bueno, lo hice, y fue una maravillosa velada. Nos llevaron a dar una vuelta al mar, e hicieron una obra de piratas, fue hermoso. Como en las novelas históricas que me gustan. Esperamos que estés bien, saluda a Penelope y Pascual por nosotros. Nos vemos en unas semanas. Espera… tu padre te manda saludos… Y espera… Riega a mis plantas, por favor, no se te vaya a olvidar. Mis rosas son famosas por toda la zona y quiero que lo sigan siendo.


Alzó la mano y se dio un gran golpe en la frente. ¿Por qué rayos se le olvidaba regar las plantas, si cada vez que salía las veía? Hizo otra nota mental y se dijo que al día siguiente lo haría.


Sin demora. Podría hacerlo ahora…


No, estaba cansado.


Mañana lo haría.


Abrió el frigorífico y sacó el cartón de leche y tomó directamente. Una de las ventajas de vivir solo (aun cuando fuera en la casa de tus padres, siempre y cuando ellos no estuvieran) era que podía hacer cosas como esa. Se terminó el bote y lo dejó en la encimera; caminó en la oscuridad hacia las escaleras y se agarró del barandal para poder subir.


Joder, esa noche en la cocina, sí que se había cansado, aunque recordar la cara de perplejidad con la que los reporteros habían quedado luego que comieran sus platillos bien había valido la pena. Quería que se fueran con la impresión que a pesar de la humilde posada que no se podía comparar con la arquitectura de un sitio el Lupa Trattoria o el Alamo Square Seafood Grill, su comida era tan exquisita como aquella e incluso más.


Se desnudó y se fue hacia la ducha, sin molestarse en doblar la ropa tirada en el piso o cubrir su desnudez hasta el baño. Abrió el grifo de la regadera y dejó que los potentes chorros de agua golpearan su cara y cuerpo.


Se preguntó si Paula iría a visitarlo mañana.


Quería causar buena impresión en ella.


Algunas veces, cuando había estado con ella, se había sentido intimidado. Una mujer de su calibre, con un coeficiente intelectual fuera de órbita, una sonrisa de ángel y una memoria de computadora simplemente intimidaba. Y ahora, tiempo después, las cosas no habían cambiado.


Aunque no era precisamente un bruto y analfabeta, los estudios no le llamaban la atención; había ido a la universidad por una beca de deporte y la había acabado por sus padres, pero solo eso. Su pasión siempre había sido el béisbol.


Pero ahora…


Cerró el grifo con fuerza y dejó las manos apretando el pomo de la regadera. Desvió su mirada hacia la cicatriz que cubría su pierna derecha, extendiéndose desde el muslo hasta detrás de la pantorrilla. Aquel maldito accidente había echado a perder todos sus sueños e ilusiones.


Aunque había perdido demasiado en el accidente, su madre le había dicho que podría agradecer que Amelia y él hubieran sobrevivido.


Bueno, pues para él era como si una parte de él hubiera sido enterrada en los escombros del automóvil en aquél barranco olvidado en su memoria. Los mejores cirujanos del mundo lo habían atendido, logrando salvarle la pierna, pero en lo que respectaba a regresar al campo de juego, el gran Pedro Alfonso jamás lo volvería a pisar, al menos, no de manera profesional.


Salió del baño y sin tomarse la molestia de secarse, fue hacia la cómoda y sacó unos calzoncillos limpios y se los colocó. Se sacudió entonces la cabellera húmeda y se dejó caer en la cama. Con los ojos cerrados, y la mejilla izquierda aplastada sobre la cama, su mente empezó a divagar en las rosas de su madre, las comidas que serviría al día siguiente, en los recados que le daría a Erik, en las nuevas recetas que probaría con Jesy y en un pato suculento a la Paula….








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