Natalia Trujillo
martes, 13 de diciembre de 2016
CAPITULO 33
Pau estaba abriendo la tercera botellita de especias, esta vez, para buscar pimienta molida.
Olió el frasquito y sonrió satisfecha. Fue al recipiente que se calentaba a fuego lento en la estufa y le echó dos espolvoreadas de pimienta.
― Un poco de esto y listo.
Le tendió la cuchara a Jesy y ella lo saboreó con los ojos cerrados. Un gemido reverberó en su garganta, viajando de su pecho hacia su garganta.
― ¡Oh cielos! Esto sabe delicioso.
Paula colocó la cuchara de madera sobre un trozo de tela sobre la plancha.
― Es una receta que me enseñaron en Okinawa. Para los mariscos va muy bien acompañada. Si no la quieres con pimienta, podrías tratarla con ajo molido con limón.
Jesy volvió a tomar la maderita y lo metió en la cazuela para tomar otro poco de salsa, y saborearla. Okinawa, ¿eh?
― Tiene un sabor que hace que mis glándulas se retuerzan ― dejó la cuchara y se limpió con un trapo que tenía atado en su caderas. Paula estaba de espalda, acomodando las botellas de especias, así que aprovechó el momento. ― Entonces… ¿Estás saliendo con Pedro?
Dos botellas de pimienta y clavo y ajo con cebolla se le resbalaron de las manos a Paula. El tono de Jesy era despreocupado, lo había soltado como una pregunta casual.
Tragó saliva y se costuró una sonrisa un poco exagerada, mientras se daba la vuelta.
― ¡¿Qué?! ¡No!
Había humor detrás de la mirada de Jesy.
― ¿Por qué te espantas? Pedro no es un asesino en serie y bueno, tú aparte de esa cosa de los números y cosas científicas que no entiendo mucho, sé que eres normal.
Paula entrelazó sus brazos sobre sus pechos y alzó una ceja.
― Vaya, y pensaba que nos estábamos llevando bien.
― Y así es, no te hagas la ofendida. Vamos, eres una Chaves; eres casi de la familia.
― Sí, pero no es lo que piensas. Pedro y yo sólo somos amigos. ― Una vieja imagen de cuerpos desnudos y sudorosos le llegó en un flashbacks. Los amigos no se acostaban ―. Bueno, sólo estamos poniéndonos al corrientes.
― Es raro ― Jesy apagó la hornilla. Tomó un guante de tela y levantó la cazuela ―. Pedro jamás, pero lo digo en serio, jamás ha traído a ninguna mujer al restaurante. O a ningún lado. Punto. Después de Amelia, juro que pensé que se había convertido a gay ― dejó la olla en un pedazo de madera, para disipar el calor y se quitó la manopla ―. Pero vamos. Pedro Alfonso y gay no van en la misma oración. Por lo mismo, se me hace muy raro ver que te trae al restaurante.
Aquello sí que era noticia. Y de esas que te dejan con la mente en blanco unos segundos.
Pedro no había salido con ninguna mujer desde Amelia.
Bueno, no es que ella fuera alguien para recordar, pero oír que Pedro no había salido con nadie… bueno, era una arpía, pero lo hacía sentir bien.
Y antes que siguiera volando, se aterrizó y respondió a Jesy.
― Tú lo has dicho, soy casi de la familia.
― Sí, pero estás aquí sin tu familia ― remarcó la rubia ― Cosa que se me hace raro. Pablo es muy protector con sus hermanitas.
Claro, Pablo, ¿protector? ¿El mismo hermano que le había dicho que Santa Claus no existía cuando tenía sólo cinco años?
― Claro que no. ― contestó riendo.
Pero Jesy no opinaba lo mismo.
― Oh, claro que sí. Cuando Pedro salía con tu hermana, casi siempre estaba a dos pasos detrás de ellos. La pobre Paloma tuvo que terminar con él porque Pablo la volvía loca. Y contigo era peor.
Espera… ¿cómo rayos había entrado ella en la conversación?
― ¿Conmigo?
― Claro Eras tan tierna de pequeña, sé que no me recuerdas mucho, pero yo a ti sí, y recuerdo lo loca que te volvías por Pedro.
Y ahí va otra más. Paula pudo oír como su dignidad salía volando como pelota de béisbol en un home run perfecto.
― Dios, que embarazoso es esto.
Jesy asintió, pero prosiguió.
― Sí, pero adorábamos ver cuando Pedro te ayudaba con alguna tarea, o estaba contigo. Si Pablo cuidaba a Paloma, contigo era diez veces peor. Recuerdo un día en que le dijo que había roto la ley de “no tocarás a la hermana de tu mejor amigo” una vez, y que no aceptaría que lo hiciera dos veces.
― ¿Pablo hizo eso?
― Sí, y lo entiendo. Pedro era un diablo en esa época. Como dicen ahora, ¿un playboy?
La sonrisa vaciló.
“El peor playboy de la década”. Así lo había descrito Elias. Y pensar en Elias… era una cadena.
Pensar en Elias era pensar en el pasado, pensar en el pasado era dolor y el dolor no traía nada bueno.
― Pero contigo era diferente. Se notaba en sus gestos, en su mirada. Como la misma mirada de ametralladora que me mandaba hace unos momentos cuando le dije que estarías más tiempo aquí. Por eso, entendí que estaban en alguna especie de cita.
Paula agachó la cabeza. Pedro le había confesado que su madre le había dado la perfecta excusa para invitarla a cenar. Pero nunca dijeron cita. Así que no era una cita.
― No es ninguna cita. Él quería que viniera a compartir mis pequeños trucos de cocina y ya.
― Aja.
La cabeza castaña llena de rizos largos y ondulados se alzó de golpe y se dirigió a Jesy.
― ¿Qué?
― Nada ― Jesy alzó los hombros y se puso a limpiar con una fibra la plancha.
― Hay más en ese “ajá”.
― Bueno, es que es curioso ver cómo te sonrojas cuando menciono la palabra cita. Sería una pena que dejaras ir a alguien como Pedro. Ha pasado muy malas rachas en su vida ― su mano detuvo su trabajo incesante, y recordó como había regresado su viejo amigo. La estrella había desaparecido ―. Su esposa, su accidente, su divorcio. No traté mucho con Amelia, pero no sé, parecía demasiado… dulce para Pedro ― recordó a la ex esposa de Pedro. Era linda, demasiado para el gusto de Jesy. Pero era una buena mujer. Eso tenía que concedérselo. Aun así, desde que la conoció supo que el matrimonio de Pedro estaba destinado al fracaso. Se dio la vuelta y miró a Pau directamente a los ojos ―. Él necesita otro tipo de persona a su lado, alguien fuerte, que se sepa mantener frente a la adversidad, que le haga perder los estribos, que no siempre diga sí, que tenga mente propia y que Pedro no sea su todo en su vida. Que lo ame con todo su ser, no sólo con su corazón. Y que sepa que a pesar de los malos momentos, Pedro estará a su lado para siempre.
Paula trató de mantener la mirada alzada. Pero las palabras de Jesy fueron muy duras. No que le provocaran un dolor, sino el recuerdo, el viejo anhelo que despertaron. Porque ella había pensado que sería esa mujer, mucho tiempo atrás.
Después se había olvidado por completo de ello.
Y ahora, no estaba segura que quería por completo.
― Espero que la encuentre ― contestó con total sinceridad.
― Yo también lo espero.
Se quedaron en silencio. Entonces Jesy suspiró y miró hacia los otros dos cocineros que habían cesado su trabajo, después avistó a las dos meseras que también estaban todos, atentos a la conversación.
― Bueno, ¿qué les pasa a ustedes? ¡A Trabajar! ¡Ahora!
Las meseras chocaron unas con otras y los chicos prendieron las hornillas rápidamente. La cocina cobró vida nuevamente y Jesy sonrió satisfecha. Luego tomó a Pau de los hombros y le dio un cálido abrazo.
― Creo que por hoy hemos terminado ― la miró de frente y sonrió ―. Cita o no, no quiero a Pedro entrando cada dos minutos por acá. Adoro cuando él cocina, pero se mantiene alejado de mí, por una razón. Yo veré quién será la victima de estas nuevas creaciones. Y eres bienvenida de regresar a esta cocina cuando quieras.
Paula le devolvió el abrazo y caminó a la puerta lentamente.
― Gracias Jesy. Un placer.
― Oh niña, créeme, el placer es todo mío ― señaló a las cinco cazuelas llenas de aderezos y salsas y al salón dorado con ensalada de acelgas y betabel ―. Ahora sal. Cualquiera ahí afuera te podrá decir dónde está Pedro. Pero estoy segura que lo encontrarás rápidamente. Tendrá cola y un
tridente.
― Nos vemos ― susurró Paula antes de salir por la puerta doble y caminar sin rumbo fijo.
Jesy la vio desaparecer y su mirada se relajó.
― Estoy segura que lo haremos… ― susurró suavemente. Suspiró, encantada del rumbo que las cosas estaban adoptando. Podía oír los villancicos de la temporada, las risas de los niños, y quizás campanas de boda. Oh sí, oía… oía… nada. Se dio la vuelta y miró a sus ayudantes ― Y
ustedes dos, son unas cotillas. A ver, esa carne le falta más. Y tú Omar, ¿no te he dicho…?
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