Natalia Trujillo

lunes, 12 de diciembre de 2016

CAPITULO 31







La Dra. Stefana Holbein tenía un doctorado en Simulación y Computación de Materia Estelar y otro en Instrumentación Astronómica. Se consideraba una mujer paciente y hasta cierto punto, tolerante. Pero odiaba la mierda de la gente y que entorpecieran su trabajo. Cosas que rara vez solía pasar debido a su grave tono de voz y su marcado acento alemán-inglés-español que había desarrollado con los años. Pero ahora se encontraba desperdiciando tiempo con su amigo Elias, quien estaba a cargo de las rotaciones de observación. Sentado con los pies alzados sobre los controles del GRANTECAN, y sus brazos enlazados atrás de su nuca, se encontraba en cualquier lado menos donde le correspondía. Sólo contestaba con monosílabos y pequeñas oraciones.


― Elias, hablaron de la NASA. Que viene un meteorito que chocará contra la Tierra, significará la extinción de la humanidad y sólo tú puedes salvarnos.


― Claro.


Stefana alzó los ojos al cielo y sus rubias cejas siguieron el mismo camino. Suspirando, estiró su pie y con fuerza, pateó la silla donde Elias se encontraba. Su pelo amarillo pareció cambiar de color al verse despertando de su sueño de verano. O mejor dicho, de invierno.


― ¡¡¡Elias!!! ¡Despierta!


Cayó con el trasero chocando contra el frío. No había visto venir el ataque. La verdad es que no había visto nada desde que había hablado con Paula un par de horas atrás, y pese a su renuencia, tuvo que salir de su ensimismamiento luego del pequeño susto que le dio su compañera.


― ¿Qué pasa Stefana? ― preguntó mientras se erguía en la silla.


― Que andas en la luna, eso pasa.


― No molestes.


― Vete a casa, freund von mir. No has dormido en dos días. Necesitas descansar.


Elias se dejó caer sobre su silla favorita nuevamente, luego se escrutó el rostro con una mano, rascándose el nacimiento de la barba. Paula odiaba verlo con esos pelos, al igual que Tamara, Carla y todas las mujeres que conocía, pero ahora que no estaba la Jefa Mayor se la podía dejar.


Suspirando miró a su sargenta.


― Sólo estaba pensando en Paula, Stefana. Me tiene muy preocupado.


La expresión en el rostro de la mujer cambió. Todos adoraban a Paula. No había nadie que no la conociera a ella o a su trabajo en esa isla. Además, su sencilla forma de ser la hacía perdurar en el alma de toda la gente que conocía. 


Se colocó la carpeta debajo del brazo y miró a Elias.


― La pequeña se merece sus vacaciones después de tanto trabajar, hombre. Deja de preocuparte por ella como un padre primerizo. Tú deberías de tener experiencia en eso. Además, no es la primera vez que se va por semanas o a un lugar lejano, aunque siempre es por trabajo, pero bueno ― le dio un golpe en la pierna y sonrió ―. Cuando regrese todo a volver a la normalidad. Además, todos aquí la extrañamos, pero seguimos haciendo nuestro trabajo. Como. Debe. Ser. ― empujó con su pie la silla de ruedas de Elias ―. Largo de aquí. No quiero tu negatividad en mi lugar de trabajo ― Stefana consideraba que tu lugar de trabajo era un lugar al
que tenías que ir con positivismo. Si te atorabas en algo, era mejor salir. Tu oficina es tu templo.


Entonces reparó en que Elias no le había comentado absolutamente nada. Y eso la preocupaba.


Elias jamás se quedaba callado ―. Espera… ¿Por qué Paula va a regresar, verdad?


Aquello era lo mismo que Elias se había estado preguntado todo el día. Se había precipitado un poco… bueno, mucho con Paula. Reconoció que había propasado con tanta intromisión en su vida personal, pero estaba preocupado. 


Eso era todo. Y saber que estaba siquiera pensando en
darle una oportunidad al canalla que la había dejado rota emocionalmente era demasiado para él.


Se levantó de la silla y tomó su mochila. La melena de Stefana se agitó con sus movimientos rápidos para tomar del brazo a Elias. Sus ojos azules se encontraron con los de Elias.


― Elias, contéstame. ¿Va a regresar?


Él se soltó sutilmente, sin sacudirse violentamente ni nada.


― Nos vemos mañana, Stef. Diles a los chicos que vengo en dos horas. Necesito consultar algo con la almohada.


Caminó hacia la puerta de madera, sin preocupación. Oyó su nombre a sus espaldas, y agradeció que su amiga no lo siguiera. ¿Cómo podía contestarle a Stef cuando ni él mismo sabía la respuesta?






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